¿Has tenido que comunicar un despido a alguien de tu equipo? Es una situación complicada para el afectado, para ti y para toda la organización. Por eso resulta valiosísimo saber cómo despedir a un trabajador de forma constructiva. Solo así podrás normalizar esa realidad y evitar que afecte negativamente a las partes implicadas.
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Como escribió el poeta español Antonio Machado
“El hacer las cosas bien importa más que el hacerlas”.
Son muchas las razones que deberían animar a las organizaciones a humanizar cualquier despido de sus profesionales.
Antes de adentrarnos en este contenido, queremos resumir rápidamente qué tipos de despido son los más habituales. Cada categoría presenta sus propias características y circunstancias, más allá de que no existen dos ceses iguales.
Te animamos a reflexionar sobre el contexto de cada tipo. Y, por supuesto, a reunir información adicional, legal y normativa, antes de definir tu estrategia para llevarlos a cabo.
Existen tres categorías principales:
Despido objetivo: Tiene lugar por motivos ajenos a la voluntad de las partes. Por ejemplo, una crisis en el mercado que reduce la facturación empresarial y exige aligerar cargas laborales.
Despido disciplinario: Deriva de una infracción grave realizada por el trabajador, quien no ha respetado las condiciones de su contratación. Sería el caso de absentismos injustificados continuados, desobediencia o entrega de información a la competencia. En caso de reclamación, el Juez de lo Social puede considerarlo despido nulo, procedente o improcedente.
Despido colectivo o ERE: Afecta al mismo tiempo a muchos profesionales de la empresa y se justifica por criterios técnicos, financieros, organizativos o productivos.
Evidentemente, el contexto y los factores de cada supuesto establecen un marco relacional diferente que debes considerar. Así, el ERE suele encontrar a los profesionales más concienciados del riesgo real de despido, así como preocupados y sensibilizados como grupo humano. Por contra, el despido disciplinario suele producirse en un marco relacional difícil y enfrentado, por lo que su gestión idónea exige un liderazgo empresarial consolidado.
Llegados a este punto, no es suficiente con estar sensibilizados con la importancia de despedir a nuestros empleados del modo menos traumático posible. Es necesario tener claro cómo hacerlo.
Detallamos a continuación algunos criterios y principios operativos, técnicos o legales que es necesario contemplar:
La situación es clara: hay que transmitir una mala noticia a un empleado, la cual puede afectar al resto del equipo. Es un momento duro para todos, si bien puedes minimizar sus efectos si tienes claro cómo hacerlo.
¿Te gustaría ser despedido por e-mail? Rotundamente no. Escoge un lugar neutro y discreto para charlar con tu empleado y no le informes del motivo de la reunión anticipadamente. Por otra parte, no improvises: consulta la información relacionada con el caso y construye un guion mental con las ideas importantes.
Suele ser apropiado incluir a un testigo en ese encuentro, para que pueda declarar en caso de percance. Invitar a un responsable de recursos humanos o a uno de sus superiores más allegados es una buena decisión.
Un buen número de organizaciones eligen el viernes para realizar estas comunicaciones. En primer lugar, para ahorrarse el fin de semana. Pero, sobre todo, para mitigar el efecto negativo de esa marcha: suele haber menos gente al acabar la reunión. Sin embargo, tu equipo se puede sentir molesto al conocer su ausencia de un modo indirecto o externo.
Lo mejor es comunicar el hecho poco después de haberlo decidido. Evita fechas especiales, como cumpleaños o periodos vacacionales, y procura hacerlo cuando no haya mucha gente en la oficina. La privacidad ayuda a reducir la sensación de humillación o vergüenza.
El despedido se marcha, sus compañeros se quedan. No es una buena política impedir un contacto final entre ambas partes. Los trabajadores podrán hablar fuera y, todo el mundo tiene derecho a despedirse. Si propicias el marco corporativo adecuado, la partida será menos traumática y más natural para todos.
Los rodeos y los eufemismos no son buenas opciones. Sé directo, no alargues la agonía. Debes comunicar con sensibilidad y empatía, pero también con precisión, honestidad y rigor.
Expresa tu agradecimiento a la dedicación prestada y, en lo posible, valora positivamente la experiencia compartida. Hazlo sin exageraciones, con la máxima sinceridad posible. Incluso en los despidos más traumáticos, conviene ser diplomáticos y reconocer las cosas buenas vividas.
Toda decisión empresarial debe estar justificada. Si has llegado a la conclusión de que es imprescindible despedir a esa persona, será por algo. A todos nos resulta más fácil asumir la realidad cuando conocemos los motivos. Además, ese argumentario permite convertir la experiencia en una oportunidad de mejora.
Cierto es que, en ocasiones, algunas informaciones pertenecen a la esfera privada corporativa. Pero tu interlocutor tiene derecho a conocer qué ha sucedido: debes informarlo con fundamento y con la discreción requerida. De nuevo, has de hacerlo con sensibilidad, sin suscitar heridas y de modo constructivo.
Cuando tenemos tiempo para ir asimilando una realidad, por dolorosa que sea, nos encontramos más preparados ante ella. Por ello conviene impulsar una comunicación fluida con nuestros empleados de forma permanente. Si algo va mal, debemos hacerlos partícipes en su momento. Sobre todo si lo que no está funcionando es su rendimiento o productividad. Si la primera noticia que tiene el afectado al respecto es el día de su despido, algo has hecho mal.
A veces, puedes excederte en tu intención de suavizar el momento y provocar justo lo contrario de lo deseado. Recuerda: guante de seda y puño de hierro, debes ser inflexible en los contenidos esenciales de tu comunicación.
Lo hemos tratado con amplitud previamente, pero insistimos en ello. Más allá de la importancia para la validez real del despido, también ofrece seguridad y manifiesta respeto hacia el despedido.
Ponte en el lugar del otro. Considera cómo te gustaría a ti ser tratado en esa situación y aplica esa referencia. Eso sí, adáptala a su personalidad y su carácter. Si te anticipas a sus sentimientos, cavilaciones y reacciones, te resultará más fácil ayudarlo.
Estas situaciones no son fáciles para nadie, mucho menos para quien recibe la mala noticia. Así que debes esperar algún tipo de reacción negativa. Enfado, llanto, angustia, ansiedad e incluso rabia pueden tener cabida en tu empleado.
En estos casos, tu papel no es dar consuelo. Lo mejor es darle tiempo y espacio para que se calme y se exprese. Un buen recurso es ofrecerle un pañuelo o un vaso de agua.
Tras darle la noticia, lo mejor es agilizar el momento de su marcha. Acompáñalo a su puesto para que recoja sus cosas, o dale tiempo para hacerlo. Infórmale de que sus compañeros no están al tanto —o de cuáles sí lo están— para que pueda decírselo. Ve con él hasta la salida y dale las gracias de nuevo en el último momento. Seguidamente, reúnete con sus compañeros y explícales la decisión.
Ahora ya sabes cómo despedir a un trabajador de la forma más humana, constructiva y asertiva posible. Todos saldréis ganando así: el empleado despedido, sus compañeros y la organización en su conjunto. También tú, personalmente, pues vivirás esta realidad de manera menos estresante.
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