Charline, ¿en qué consiste exactamente tu papel como responsable del mercado francés en ISPROX?
En ISPROX, mi papel como responsable del mercado francés consiste en ofrecer asesoramiento y soluciones estratégicas de selección de talento adaptadas a las particularidades de este mercado, para ayudar a las empresas a alcanzar con éxito sus objetivos.
Como profesional francesa nativa, puedo aportar un conocimiento profundo de la cultura, los códigos profesionales y las dinámicas del mercado laboral francés, lo que me permite actuar como puente entre ambos contextos empresariales.
Este conocimiento no solo facilita la comunicación entre las empresas y los candidatos, sino que también garantiza una interpretación precisa de las expectativas de ambas partes y una mejor adaptación a las particularidades culturales, legales y laborales del país.
Muchas veces me siento como una extensión del departamento de Recursos Humanos de las compañías que buscan incorporar perfiles en Francia, realizando un análisis exhaustivo de sus necesidades para adaptar la estrategia de selección y apoyándome principalmente en el headhunting.
Dentro de mis labores, existe una colaboración estrecha con instituciones clave, como las Cámaras de Comercio franco-españolas y despachos de abogados especializados en internacionalización, que permite a nuestros clientes beneficiarse de un acompañamiento integral, abordando también aspectos fiscales, legales y estratégicos.
Ser responsable de un mercado implica el acceso a un pool de candidatos más amplio y diverso, incluyendo perfiles internacionales y de alta especialización, que muchas veces son inaccesibles por los canales tradicionales. Esta visión transversal, combinada con mi conocimiento nativo del entorno francés aporta un valor añadido para facilitar el proceso de selección y la integración entre candidatos y empresas.
¿Cómo describirías la situación actual del mercado laboral en Francia y en qué difiere del español?
El mercado laboral francés se encuentra actualmente en una fase de estabilidad estructural, aunque marcada por una desaceleración en la creación de empleo desde 2024.
Factores como la inestabilidad política y tensiones institucionales, la reforma de las pensiones, el impacto prolongado de la pandemia y la ralentización de la productividad de sectores clave como la industria y la construcción han generado cierta prudencia en las contrataciones. Esto ha llevado a algunas empresas a aplicar planes sociales o a frenar la creación de nuevos puestos.
Con una tasa de paro inferior al 8% y un nivel de empleo del 69,3%, Francia se apoya en un cuadro laboral legal y social muy desarrollado, que ofrece a los trabajadores amplios beneficios sociales y salarios medios más elevados, tanto por el coste de vida como la alta exigencia formativa del sistema.
Las compañías suelen valorar de forma prioritaria las titulaciones académicas y la especialización técnica, lo que contribuye a una cultura profesional más formal, estructurada y oportunidades claras de desarrollo profesional.
No obstante, este mismo nivel de regulación y formalismo puede restar flexibilidad al mercado especialmente en la actualidad, ya que Francia se encuentra en un contexto de crecimiento económico moderado.
Además, las oportunidades laborales se concentran principalmente en polos urbanos como París y Lyon, lo que limita la descentralización del empleo y acentúa las diferencias regionales.
Por otro lado, el mercado español, aunque enfrenta un desempleo más elevado (10,3 % en agosto de 2025), muestra un dinamismo mayor y una capacidad de adaptación más rápida. Las reformas laborales de los últimos años han reducido drásticamente la temporalidad impulsando una estabilidad inédita en el empleo.
España combina una estructura descentralizada por comunidades autónomas, que distribuye mejor las oportunidades laborales, con una cultura empresarial más flexible y orientada a la personalidad y al potencial del candidato más que a sus títulos académicos.
Por otra parte, su entorno económico es más dinámico con políticas fiscales más favorables para la inversión, lo que lo convierte en un terreno fértil para la creación de empleo y la movilidad profesional.
Ambos mercados son atractivos para los profesionales y empresas internacionales: Francia garantiza seguridad y proyección a largo plazo, mientras España ofrece agilidad, innovación y una cultura laboral más abierta al cambio.